Opinión – ¿Existe en verdad el Gaydar?

Las personas queer hemos aprendido a identificar diversos factores de riesgo en los espacios que habitamos para asegurar nuestra seguridad. Siendo un grupo históricamente perseguido y marginado, debemos reconocer qué espacios son seguros para nosotres, pues el expresar nuestra sexualidad o nuestra identidad de género en espacios heteronormados puede comprometer nuestra integridad. Por ello, muchas personas queer buscan identificar a sus pares en los espacios que habitan para generar un cierto sentido de seguridad. A esta capacidad de identificar a otras personas queer se le ha llamado “gaydar”. Pero ¿en verdad existe esta capacidad de identificar la sexualidad de las personas a simple vista? ¿En qué se basa el gaydar para identificar a alguien queer?
Para comenzar a comprender mejor el concepto del gaydar, debemos hablar del origen del término. El término gaydar, derivado de las palabras «gay» y «radar», se popularizó en la década de 1990 gracias a comediantes gays y lesbianas. Hacia el fin de la década, un popular sitio web internacional de citas y múltiples series de televisión como Will & Grace y Futurama, así como el programa de 2003 Queer Eye for the Straight Guy, se encargaron de extender su uso incluso fuera de la comunidad. Para la mitad de la década de los 2000, algunes psicólogues comenzaron a estudiar al gaydar como un fenómeno psicosocial que permitiera identificar la sexualidad de las personas. Desde entonces los medios de comunicación se han encargado de divulgar diversos estudios que aseguran la existencia del gaydar y que buscan cuantificar su validez y eficacia.
Un estudio de 2012 basado en la identificación de rostros determinó que sólo en el 60% de los casos la gente era capaz de distinguir si una persona era gay. De manera opuesta, un estudio de 2011 señala que la orientación sexual no resulta un atributo lo suficientemente evidente como lo han sugerido otros estudios, al menos no en pruebas estandarizadas de identificación de rostros. Entonces, ¿qué tan efectivos son los estudios para medir el gaydar?

Un artículo de 2018 publicado por la revista Sociological Science asegura que muchos de estos estudios sobre el gaydar se basan en una falacia de la medida objetiva que conduce a afirmaciones sin sentido fundamentadas en la precisión predictiva de la significación estadística. En otras palabras, la propuesta de cuantificar la efectividad del gaydar por medio de la identificación de elementos fisiológicos tiende a conclusiones sesgadas y falaces. Además, el artículo destaca la descontextualización y el reduccionismo como dos factores clave en la inexactitud de estos estudios. Al tratarse de un fenómeno social, es indispensable considerar el contexto en el cual se presentan los factores que podrían denotar la orientación sexual de una persona. Por ello, el artículo señala que el presentar ejemplos sin un contexto claro inhibe la obtención de resultados concretos y veraces. Asimismo, el artículo resalta que el gaydar fue concebido en sus inicios como un aspecto de la comunicación dentro de la comunidad LGBTQ+, por lo que la representación que los medios de comunicación le han dado de una habilidad que puede ser implementada por la población en general –y, por lo tanto, en su mayoría heterosexual– conlleva una mayor inexactitud en los resultados de los estudios. Esta redefinición que se le ha dado al gaydar en favor de incluir a la población mayormente heterosexual ha llevado a una perpetuación de estereotipos.

Esta reinterpretación de los medios del gaydar representa diversos problemas para nosotres como personas queer. En primer lugar, como ya mencioné, perpetúa una imagen hegemónica y estereotípica de la comunidad LGBTQ+. Este gaydar influenciado por la heteronorma reduce nuestras identidades a categorías estandarizadas que delimitan lo que es “ser queer” de acuerdo a nuestra apariencia. Es a partir de esta visión heteronormada que se construyen los estereotipos de cómo debe verse y actuar un hombre gay, una mujer lesbiana, una persona no binaria, una mujer trans. Al acercarnos al gaydar con una visión heteronormativa, se nos obliga a nosotres como personas queer a encasillarnos en categorías simplistas y restrictivas que limitan nuestra identidad y expresión de género a una que la heteronorma comprenda. De este modo, el gaydar deja de fungir como un mecanismo de supervivencia y se convierte en una herramienta para una caza de brujas.
A partir de los estereotipos propuestos por el gaydar heteronormativo, se busca señalar a toda persona que los represente. Así llegamos al problema del outing. Éste se refiere a la idea de obligar a alguien a “salir del closet” de forma súbita y sin el consentimiento del individuo. Cuando se identifica en una persona una serie de comportamientos, actitudes o elementos de su apariencia que no responden a lo que la heteronorma define como “normales” –es decir, cuando un hombre actúa “femenino” o cuando una mujer es “masculina”–, se comienza a rumorear sobre la identidad o la orientación sexual de esa persona. Estos rumores poco a poco van tomando fuerza, lo que incita la curiosidad de las personas y las lleva a buscar confirmar sus sospechas. Así, los rumores se convierten en antorchas y tridentes, y las personas se convierten en cazadores de brujas. Poco a poco, esa insistencia se torna en acoso y obliga a las personas a “salir del closet” y probar al mundo que estaban en lo correcto, para demostrar que ellos “ya sabían”. Este tipo de situaciones no ocurren sólo en las escuelas y en las familias, en entornos íntimos y familiares con un cierto sentido de confianza, sino que los hemos visto a gran escala. Jim Parsons y Neil Patrick Harris han sido víctimas del outing. Los medios fueron los encargados de esparcir los rumores que pronto tuvieron que confirmar a causa del acoso constante. El adecuar el gaydar a algo en lo que la heteronorma se puede incluir lo convierte en un arma de doble filo.

Asimismo, este uso del gaydar también propicia otro problema: el queerbaiting. El queerbaiting es una estrategia que se usa para atraer a personas queer e insinuar que un individuo podría ser queer, sin especificar si lo es o no. Es una estrategia de marketing mediante la cual se lucra con las historias queer. Aunque la comunidad LGBTQ+ sigue siendo marginada y perseguida en muchas partes del mundo, las empresas y los medios de comunicación han notado lo rentable que resulta representar historias de personas queer. Muchas empresas han logrado que sus productos obtengan el apoyo de la comunidad por la creencia de que les representa y les pertenece. Así, muchas películas, libros e incluso celebridades han conseguido el éxito lucrando con la imagen de la comunidad, por presentarse como representantes de las experiencias queer. Sin embargo, esto se convierte en un problema cuando una figura pública se aprovecha de esta imagen y la utiliza como disfraz, uno que puede quitarse en cualquier momento. De este modo, no sólo se perpetúan los estereotipos, sino que se muestra la experiencia queer como algo que se puede quitar o apagar para regresar a la heteronorma.
El queerbaiting va de la mano con otra estrategia de marketing similar: el queer coding. Éste parte de la misma base que el queerbaiting, lucrar de las experiencias queer, pero este busca hacerlo de manera discreta. El queer coding busca atribuir características estereotípicas de la comunidad LGBTQ+ a un personaje para insinuar que es queer. Sin embargo, esta práctica tiene mayormente el propósito de asociar esas características con lo negativo, lo malo. Disney ha sido señalado por utilizar el queer coding para caracterizar a sus villanos. Personajes como Scar de El Rey León (1994), Jafar de Aladdín (1992) o Hades de Hércules (1997) tienen características estereotípicas de hombres gays: tienen cuerpos delgados con facciones finas que recuerdan a “lo femenino”, son excéntricos, tienen manierismos asociados con hombres gays hegemónicos. Incluso personajes como Gastón de La Bella y la Bestia (1991) y Úrsula de La Sirenita (1989) tienen también características estereotípicas queer, siendo esta última inspirada directamente por la drag queen Divine, popular en los años 80s. Al dotar a sus villanos con características estereotípicas de personas queer se relaciona lo queer con lo malo. En cambio, se nos presentan a héroes heteronormativos, masculinos y atractivos. Así, como lo señala Rebecca Sugar, creadora de la serie Steven Universe, “si solo puedes existir como un villano o una broma, quiero decir, eso es algo realmente pesado de lo que estar saturado cuando eres niño”.

Mediante estos ejemplos no busco recriminar a los individuos fuera de la comunidad que, sin malicia, recurren al gaydar para identificar a personas queer en su día a día, sino que quiero resaltar la forma sistemática en la que la heteronormatividad nos persigue y oprime. Una persona cis-heterosexual por sí sola no representa un problema por insinuar que alguien es queer, pero cuando se trata de un grupo completo el que insiste en conocer la orientación sexual de una persona se torna en un problema. Como comunidad, las personas LGBTQ+ debemos asegurar nuestra seguridad en los espacios que habitamos. Por ello, fenómenos como el gaydar deben ser nuevamente reapropiados por la comunidad. Aunque podamos permitir que personas cis-heterosexuales compartan nuestros espacios y se incluyan en nuestras expresiones culturales, no podemos permitir que la heteronorma nos invada. Dejemos de buscar definir y limitar nuestras identidades y expresiones de género a la heteronorma. Dejemos de justificar nuestra existencia. No porque no entremos a la heteronorma es nuestra responsabilidad explicar nuestra existencia.
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Fuentes:
Gelman, Andrew, Greggor Mattson, and Daniel Simpson. “Gaydar and the Fallacy of Decontextualized Measurement.” Sociological Science 4: XX-YY, 2018. http://www.stat.columbia.edu/~gelman/research/published/Gelman_maintext_proof_toAU.pdf
Henderson, Taylor. “Not Just Queer Coded, These Disney Villains Were Designed by a Gay Man”. Pride, 2022. https://www.pride.com/movies/2022/3/10/not-just-queer-coded-these-disney-villains-were-designed-gay-man
Pearl, Mike. “Científicamente, ¿en verdad existe el gaydar?” Vice, 2015. https://www.vice.com/es/article/9b4kg3/cientificamente-existe-de-verdad-el-gaydar
“Research explores the processes behind ‘gaydar’”. Monitor on Psychology Vol 43, No. 8. American Psychological Association, 2012: 14. https://www.apa.org/monitor/2012/09/gaydar#
Shelp, S. G. “Gaydar: Visual detection of sexual orientation among gay and straight men.” Journal of Homosexuality, 44(1), 2002: 1–14. https://doi.org/10.1300/J082v44n01_01
Varella Valentova, Jaroslava, et al. “Shape Differences Between the Faces of Homosexual and Heterosexual Men”. Springer, 2013. https://www.academia.edu/6454179/Shape_Differences_Between_the_Faces_of_Homosexual_and_Heterosexual_Men
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Esta entrada forma parte de “Preguntas de une chique queer”, una columna que cuestiona tendencias escrita por nuestre periodista Alex Reséndiz. Les invitamos a seguir su trabajo en las secciones de Movimientos Sociales y Política Nacional, así como a dar click en la etiqueta “PreguntasDeUneChiqueQueer” al final de esta nota para leer más entradas de la columna.
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Como siempre excelentes artículos que informan y dan a conocer conceptos que desconocemos, felicidades
Es tan importante ver como la mujer puede llegar a ocupar cargos dentro de la iglesia, excelente entrevista