10 de diciembre de 2023

Apalancado

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Opinión – ¿Debe la comunidad LGBTQ+ ser siempre inclusiva?

Cuando hablamos de inclusión en la comunidad LGBTQ+, la conversación suele girar en torno a la apertura y la igualdad de derechos y oportunidades para la comunidad en la sociedad. De este modo, la comunidad LGBTQ+ se ha presentado como un espacio inclusivo que recibe con los brazos abiertos a cualquiera que lo necesite. Con el surgimiento de nuevas etiquetas y nuevos colectivos dentro de la comunidad se da la apariencia de “admitir” a todes sin igual. Incluso se le ha dado la apertura a personas cis-heterosexuales en espacios queer. Pero ¿es verdad que la comunidad LGBTQ+ debe ser siempre inclusiva? ¿Hasta qué punto podemos permitir a grupos externos formar parte de nuestros espacios y nuestra lucha? ¿Es realmente bueno aceptar a todes sin distinción? En este artículo, me propongo a desafiar esa imagen idílica de la comunidad como un bastión de la inclusión que recibe y refugia a todes en busca de liberarse de la opresión de la heteronorma.

En primer lugar, quiero abordar el tema de la inclusión de grupos externos –principalmente personas cis-heterosexuales– en espacios LGBTQ+. Un claro ejemplo lo podemos encontrar en la creciente presencia de personas cis-hetero en las Marchas del Orgullo LGBTQ+. Las marchas del orgullo, desde sus orígenes, han tenido como principal objetivo el alzar la voz y mostrar resistencia ante las estructuras heteronormativas de nuestra sociedad. Han fungido como una plataforma en la que las disidencias sexogenéricas han exigido el respeto a su identidad, orientación sexual, y a sus derechos y garantías individuales. Sin embargo, en las últimas décadas, las marchas se han comercializado como festejos masivos en los que se celebra la diversidad sexogenérica y el amor. De este modo, se despoja toda carga política de la manifestación, presentándola sólo como un desfile al que todes pueden asistir para ser “elles mismes”. De este modo, muchas personas cis-hetero han buscado ser parte de las marchas. Por un lado, algunas personas cis-hetero van a la marcha para apoyar a amistades y/o familiares que pertenecen a la comunidad. Su presencia en la marcha es únicamente para mostrar su apoyo y solidaridad a sus seres querides. Por otro lado, hay personas cis-hetero que van a las marchas con la intención de aprovechar el discurso de libertad que abandera al movimiento, presentándose con vestimentas extravagantes y ostentosas para llamar la atención. Para este grupo, la marcha no es un espacio de lucha y resistencia, sino una pasarela en la que quieren ser protagonistas. Este segundo grupo es al que me referiré al hablar de personas cis-hetero en las marchas. 

Aunque, en principio, no hay ningún impedimento para aceptar a cualquiera en la marcha, además de que nadie posee la autoridad de designar quiénes pueden o no participar en espacios queer, preciso necesario señalar las problemáticas que conlleva el permitir estas conductas. En primer lugar, debemos recordar que el motivo de las marchas del orgullo es denunciar las estructuras de violencia y opresión que atentan contra la comunidad, así como los actos de discriminación que enfrentan. Las marchas no son espacios seguros en los que se pueda ser une misme, son espacios de lucha y resistencia. Así, las vestimentas extravagantes no son disfraces para presumir, sino un testimonio de resistencia. Como personas LGBTQ+, históricamente se nos ha perseguido por no acatar los lineamientos impuestos por la heteronorma. Por ello, el vestirnos de forma no heteronormativa representa un acto de protesta y resistencia ante el sistema. No es un simple performance, es un discurso político. Por ello, cuando las personas cis-hetero utilizan las marchas como excusas para presumir sus conjuntos de ropa, el mensaje se oscurece y se trivializa.

Sin embargo, este acercamiento no es culpa de los individuos que lo hacen, pues es resultado de la representación mediática de la comunidad LGBTQ+ y de la mercantilización de nuestra lucha. Las grandes empresas han comenzado a reconocer el poder se su público LGBTQ+, por lo que han buscado nuevas estrategias para lucrar con la comunidad, tales como el queerbaiting y el pinkwashing. El queerbaiting es una estrategia de marketing que se usa para atraer a personas queer e insinuar que un individuo podría ser queer, sin especificar si lo es o no. Mediante el queerbaiting se nos han vendido múltiples series y películas dando pistas o comentando sobre la sexualidad de un personaje. Un ejemplo más reciente de esta estrategia lo tenemos con la película de Disney/Pixar Lightyear. La película ha causado gran controversia al contener una escena de tres segundos en los que se muestra un beso lésbico. A pesar del gran revuelo que ha causado, este beso ha funcionado como publicidad para la película. Asimismo, tenemos ejemplos en la música en canciones como “I Kissed a Girl” de Katy Perry o con artistas como Harry Styles, que lucran con la comunidad presentando historias o estéticas queer.

Por su parte, el pinkwashing se refiere a la variedad de estrategias de marketing dirigidas a promocionar productos o empresas apelando a su condición de simpatizante con la causa, con el objetivo de ser percibidos como progresistas, modernos y tolerantes. Se ha vuelto costumbre la rutina de las empresas de promocionar sus productos con ofertas o con ediciones especiales del mes del Pride, mostrándose como inclusivas y solidarias, hasta que termina junio y se olvidan de la comunidad hasta el año siguiente. Este tipo de prácticas no sólo dejan en evidencia la hipocresía de las marcas y empresas, como con Six Flags o Disney, sino que representan un problema mayor para la comunidad. La mercantilización de la lucha LGBTQ+ ha propiciado la creación de modelos hegemónicos de la comunidad. Al responder a los intereses capitalistas, la propaganda de las empresas presenta una imagen diluida y distorsionada del colectivo LGBTQ+. Así, se nos muestran comerciales con hombres gays blancos, privilegiados y hegemónicos en un intento fallido de representar a toda la comunidad. A través de la mercantilización de nuestra lucha, el capitalismo y la heteronorma construyen una imagen de la comunidad que responde y satisface sus intereses. De este modo, nos presentan una versión heteronormativa de nuestra experiencia para el consumo de la mayoría cis-hetero.

El mayor problema yace en los modelos hegemónicos que utilizan para promocionar sus campañas. Al mostrar sólo a personas LGBTQ+ que responden a sus intereses capitalistas, coloniales, supremacistas, heteronormativos y patriarcales, se establece un molde al que nosotres debemos adecuarnos; se nos condiciona la aceptación y el respeto a nuestra integridad e identidad. Dado que a la amplia mayoría no nos representan estos modelos hegemónicos, el pinkwashing es sólo un recordatorio constante de que, ante los ojos del capitalismo, no merecemos reconocimiento, de que esas campañas publicitarias no son para nosotres, sino para quienes sí responden a sus intereses. En este sentido, podemos entender el pinkwashing como una herramienta para diluir y moldear las experiencias LGBTQ+ a un estándar al que la sociedad capitalista, supremacista y patriarcal acepte. Así, este molde simplificado y hegemónico es el que se le presenta a las personas cis-hetero, construyendo una imagen irreal de lo que es la comunidad y la lucha LGBTQ+. Por ello, una gran parte de nuestra sociedad permanece ignorante respecto a la diversidad sexogenérica y a los diversos mecanismos de violencia y opresión que atentan contra las disidencias. Asimismo, aquellas personas LGBTQ+ que encajan con este prototipo son recompensadas por la heteronorma con un trato digno, dando a entender que sólo apegándonos a dicho modelo podremos ser aceptades en la sociedad. De este modo, no sólo consiguen validar sus irreales criterios, sino que enfrentan a la comunidad consigo misma. Las personas LGBTQ+ hegemónicas son cuestionadas y criticadas por el resto de la comunidad, lo que les desconecta aún más de la misma y les acerca más a la heteronormatividad.

Habiendo indagado en los grupos externos a la comunidad, propongo ahora cuestionar la permisividad dentro del colectivo LGBTQ+. Esta imagen idílica de la comunidad como espacio inclusivo implica un cierto nivel de compañerismo dentro de esta. Tan solo con nombrarla “comunidad LGBTQ+” se da a entender que todes podemos ser categorizades de la misma manera. Sin embargo, la comunidad es en realidad un conjunto de colectivos menores, cada uno con distintas necesidades y experiencias. Hago hincapié en este punto debido a que, contrario a la percepción idílica de la comunidad, la distinción entre cada colectivo es evidente y latente debido al grado de privilegio que posee cada uno. Aunque todes en la comunidad LGBTQ+ sufrimos de violencia lgbtfóbica, la visibilidad de la que gozan ciertos colectivos les posiciona en un lugar de privilegio ante otros. Por ejemplo, retomando la cuestión de las campañas publicitarias, la gran mayoría de ellas suele representarse a parejas de hombres gays hegemónicos, mientras que otros colectivos como las personas trans o las personas no binarias son invisibles ante los ojos de las empresas. Esta posición de privilegio genera una brecha entre esos colectivos y el resto. Es por ello que podemos encontrar conductas discriminatorias en ciertos sectores privilegiados dentro de la comunidad LGBTQ+. Así, debemos afrontar al elefante en la sala de estar: dentro de la comunidad hay lgbtfobia, misoginia, racismo y clasismo.

La presencia de estas formas de violencia sistemática en la comunidad es lo que pone en tela de juicio la permisividad que existe en nuestra comunidad. Muchas personas dentro del colectivo LGBTQ+, al ser señaladas por sus conductas o pensamientos discriminatorios, suelen escudarse bajo el argumento de que también sufren de opresión y de discriminación, de que elles también son parte de la comunidad. Sin embargo, es indispensable reconocer nuestros privilegios dentro de nuestro colectivo. El ser LGBTQ+ no nos exime de reproducir conductas discriminatorias. El ser víctimas de violencia sistemática no significa que nosotres no perpetuemos esos sistemas o que participemos en otros. Por ello, la autocrítica debe ser parte fundamental dentro de la comunidad. Cada colectivo y cada individuo dentro de la comunidad debe reconocer su posición en las estructuras de opresión para utilizar su privilegio en beneficio de poblaciones más vulnerables.

No obstante, como ya lo expuse, muchas personas LGBTQ+ que se aproximan o encajan con el ideal hegemónico impuesto por la heteronorma no son conscientes del daño que generan estos modelos a la comunidad. Esto les lleva a buscar imponer los mismos estándares dentro de los demás colectivos, perpetuando las mismas estructuras y sistemas de violencia y opresión en la comunidad. La búsqueda por reformar a los colectivos a los criterios de la heteronormatividad afecta a todos los colectivos, mas tiene un mayor impacto contra las comunidades más marginadas e invisivilizadas, principalmente la comunidad trans. Las personas trans no solo son violentadas en la sociedad heternonormada, sino que existe una gran transfobia latente en la comunidad. Aquí considero necesario recuperar dos enunciados expuestos por le usuarie @.unykke en un tiktok: “Yo soy trans antes de ser LGBTQ+” y “no hay LGB sin la T”.

Aunque estos enunciados parezcan opuestos, como elle señala, ambos apuntan al mismo problema. La comunidad trans ha sido históricamente violentada y alienada tanto por la heteronorma como por la comunidad LGB. Se ha cuestionado su identidad y se les ha impuesto un modelo hegemónico al que deben apelar para validar su existencia. Dado a que la violencia transfóbica existe tanto dentro como fuera de la comunidad, se pone en tela de juicio la necesidad de pertenecer a esta. Tal como plantea el tiktok, ¿por qué ser parte de una comunidad que nos violenta y no nos apoya? Nuestra identidad no depende de pertenecer a la comunidad LGBTQ+. Mi identidad como persona no binaria no depende de ser parte de la comunidad. Mi bisexualidad no depende de pertenecer a un grupo. “Yo soy trans antes de ser LGBTQ+”. Es a través de nuestras vivencias y experiencias individuales que se construye el colectivo. Por ello, no puede existir una comunidad LGBTQ+ sin incluir y reconocer cada individuo. Cada colectivo es un conjunto de experiencias compartidas que construyen una identidad colectiva. La comunidad LGBTQ+ es el conjunto de las identidades colectivas. “No hay LGB sin la T”. Para que exista nuestra comunidad debemos incluir a cada componente. Para incluirles, debemos reconocer sus necesidades y las problemáticas que enfrentan.

La comunidad LGBTQ+ no sólo es un movimiento de lucha por nuestros derechos, también debe ser una red de apoyo. Replicar estructuras de opresión y violencia sistemática dentro de la comunidad debilita al movimiento; nos fragmenta. Aunque todes compartimos la experiencia común de la lgbtfobia, no todes la experimentamos de la misma forma. Un hombre gay cisgénero blanco de clase alta no sufre el mismo grado de violencia y de opresión que una mujer trans negra sexoservidora. Por lo tanto, con el fin de mantener y garantizar la integridad de cada colectivo e individuo dentro de la comunidad, se deben cuestionar los discursos discriminatorios a través de los lentes de la interseccionalidad. Debemos luchar juntes contra las estructuras de opresión para que la comunidad exista.

Finalmente, quiero concluir esta nota respondiendo a mis cuestionamientos iniciales. La comunidad LGBTQ+ debe ser inclusiva, mas no permisiva. Es necesaria la inclusión para que la comunidad exista, pues es la comunión de los distintos colectivos la que da lugar al movimiento. Sin embargo, como comunidad debemos marcar límites. No por ser parte del colectivo LGBTQ+ estamos exentes de replicar sistemas de violencia y opresión. Es nuestro deber como integrantes de la comunidad el cuestionarnos unes a otres para evitar reproducir estructuras de violencia. Antes de ser una comunidad, somos individuos. Somos nosotres quienes construimos la comunidad como un espacio de lucha, pero también como una red de apoyo mutuo. Nuestra unión hace al movimiento y a la lucha más fuertes. Por último, en cuanto a incluir a personas cis-hetero, debemos ser clares con nuestros límites. No podemos impedir que personas no pertenecientes de la comunidad se unan a nuestra lucha, pero debemos marcar límites para evitar que nuestros espacios y nuestras voces sean arrebatadas por “aliados”.

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Esta entrada forma parte de “Preguntas de une chique queer”, una columna que cuestiona tendencias escrita por nuestre periodista Alex Reséndiz. Les invitamos a seguir su trabajo en las secciones de Movimientos Sociales y Política Nacional, así como a dar click en la etiqueta “PreguntasDeUneChiqueQueer” al inicio de esta nota para leer más entradas de la columna.

De igual manera, les invitamos a seguir todas las noticias exclusivas de este Pride Month 2022 escribiendo #Pride en el buscador de Apalancado.com.mx o dando click en la etiqueta con el mismo hashtag al final de esta nota.

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