Palabra del día: “Imperialismo”

Anti-Imperialist graffiti in the El Junquito slum in Caracas, Venezuela.
El concepto de “imperialismo” resulta complejo de definir satisfactoriamente. De acuerdo con la Real Academia Española, el imperialismo se define como el sistema y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política. Para el académico Felipe Curcó Cobos, el imperialismo es una extensión de la soberanía de los Estados-nación más allá de sus fronteras.
Por su parte, para Félix Briones y para Juan Carlos Medel, el consenso de definir al imperialismo como una práctica de dominación empleada por las naciones o pueblos poderosos para ampliar y mantener su control o influencia sobre naciones o pueblos más débiles es insuficiente al no dejar claras sus motivaciones y objetivos. Mas apuntan que la principal motivación del expansionismo imperialista de fines del siglo XIX y comienzos del XX es por razones económicas.
El periodo entre 1875 y 1914, señalan, fue el periodo de la historia moderna en que hubo el mayor número “emperadores”. Hasta 1860, el término “imperialismo” se había aplicado a la Francia de Napoleón III. Fue a partir de 1869 que se popularizó la noción del “imperialismo en el buen sentido”: “la conciencia de que a veces tenemos (las potencias europeas) el deber ineludible de realizar tareas pesadas u ofensivas como defender el Canadá o gobernar Irlanda”. De este modo, en este periodo surge el imperio colonial caracterizado por un afán de conquista de nuevos territorios por parte de las principales potencias europeas.
Para Hobsbawm, fue la creación de una economía global el factor clave en el surgimiento del imperialismo del siglo XIX. Esta economía global penetró de forma progresiva en los rincones más remotos del mundo, con un tejido cada vez más denso de transacciones económicas, comunicaciones y movimiento de productos, dinero y seres humanos que vinculaba a los países desarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado. A partir de estas relaciones entre potencias es que se centralizó el poder y el capital principalmente en Europa.

No obstante, la primera mitad del siglo XX marcó el declive de los Estados nación y sus políticas imperialistas. Por un lado, la descolonización supuso, en su momento, el fin del imperialismo militar. Por otro lado, la ruptura de los acuerdos Bretton Woods a raíz de la Guerra de Vietnam y la consecuente desregulación financiera y monetaria que esto contrajo causó un debilitamiento de las soberanías estatales. Al término de la Segunda Guerra Mundial, la transferencia de capital desde Europa, Japón y todos los países subordinados permitió a Estados Unidos afianzar su hegemonía, dando lugar no sólo a un nuevo poder imperialista norteamericano, sino que también permitió la creación de un nuevo imperio.
Sin embargo, Curcó puntualiza que no debe confundirse al imperialismo con el imperio contemporáneo. Hoy en día, el imperio es un nuevo orden donde el mercado mundial se unifica políticamente en torno a distintos nodos de poder: el poder militar, comunicacional, cultural y lingüístico. En el imperio de nuestros días, la competencia se rige por un neomercantilismo sin conflictos bélicos entre las grandes potencias, pero con control militar y guerras frecuentes en los territorios periféricos.
Por ello, en la actualidad, el imperialismo ha encontrado nuevas formas para la dominación de los territorios. Los capitalistas norteamericanos, así como sus homólogos europeos, los magnates rusos o los mafiosos mexicanos son ejemplos modernos del imperialismo.
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