Opinión – Combatir el fuego con fuego

La imagen de Luz Raquel Padilla consume las redes sociales como el fuego que le quitó la vida.
Luz Raquel Padilla, que hace más ruido muerta y no cuando ella quería evitar sumarse a los cadáveres, que en México tienen más voz que lxs vivxs cuando sus manos frías pueden firmar más cheques dirigidos a las personas correctas.
En ciertas ocasiones esa verdad se vuelve más explícita, no hay que indagar tanto como en otras para que vuelva a tocar el nervio de indignación que en muchxs ya adquirió costumbre. Esta es una de esas ocasiones en que hasta los oídos más acostumbrados a la violencia del país renacen con una incredulidad que, reitero, ya es difícil de encontrar después de los 493 feminicidios que han ocurrido tan sólo en la primera mitad del año.
La razón por la cual destaca Luz Raquel Padilla estos días, o al menos una de las razones, es porque sus feminicidas firmaron su sentencia de muerte a sabiendas de las autoridades y nada ocurrió para evitar esta tragedia.
Una vez más, un hijo se quedó sin madre.
Un hijo (este es otro de los focos de esta “historia”), cuyo autismo significó la muerte de su madre; no la enferma mentalidad de los asesinos que usaron esto como excusa de la discriminación social que se ejerce contra las mujeres y las personas neurodivergentes. Porque la muerte de esta mujer, al menos, ya que nos vemos obligadxs a encontrar algún beneficio en las tragedias cuando vivimos en un país en el que la violencia se vuelve parte del día a día sin respuestas ni esperanzas de mejoría, destapó la realidad de incontables mujeres que sufren la misma discriminación que la llevó a su muerte.
Así es como Luz Raquel Padilla pierde su humanidad y comienza a ser un concepto. Su calidad de madre, cuidadora, activista, se torna en “Luz Raquel Padilla: el feminicidio…” para los medios, para el gobierno.
Tan poca importancia le dieron las autoridades a esta mujer en vida al punto de convertirse en simples testigos y cómplices pasivos de su asesinato. Porque cuando ella habló y exigió su derecho a mantener su vida, cuando buscó protección, ahí todavía no importaba su voz; ahí sus testimonios y heridas no eran razón suficiente para recibir un pulso de vida, su mejor esperanza de sobrevivir.

Ahora, ya asesinada como sus homicidas advirtieron, es cuando tiene la posibilidad de ser considerada dentro de los temas de importancia del gobierno. Pero, como es de esperarse, más en el afán de mantener su orgullo, o al menos así de incrédulxs nos piensan, que de realmente mostrar un poco menos de cinismo y admitir sus errores para que, algún día, puedan aprender algo de ello. En cambio, nos seguimos encontrando con que el gobierno es ese niñx que culpa a alguien más del vaso que rompió en lugar de aprender a agarrarlo bien. Sólo que en su prueba y error, nosotras somos los objetos que no le importa dejar caer siempre y cuando pueda culpar a alguien más.
Al menos esa fue la sencilla imagen que se me vino a la mente cuando vi que nuestro presidente atribuyó, no sorpresivamente, el feminicidio de Luz Raquel Padilla al “proceso de individualización” del periodo neoliberal, como respuesta elusiva al por qué las autoridades no hicieron nada.
La prensa preguntó en la mañanera del jueves: “Cuál es la estrategia del Gobierno federal para evitar que continúe la impunidad en este tipo de agresiones contra mujeres, si está trabajando con las fiscalías, porque Luz Raquel ya había denunciado, siguió la vía institucional, que se les pide a las víctimas que denuncien formalmente y todo y, sin embargo, se le negó el sumarla a un programa de protección, se alegó que era un problema de vecinos, y entonces ella, a pesar de seguir toda la vía institucional, hoy está muerta”.
“Mire, hay que ver las cosas en el fondo, las causas. Y aunque algunos no coincidan con mi manera de pensar, además no tienen por qué coincidir, cada quien es libre y no puede haber un pensamiento único, yo atribuyo, quizá por mi formación profesional, por mi formación en la ciencia social, atribuyo todo esto al proceso de individualización que se impulsó en el periodo neoliberal. Durante mucho tiempo se hicieron a un lado los valores, los valores morales, culturales, espirituales y se elevó a rango supremo lo material, eso es parte de la política neoliberal, había que triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole. Son de los daños que causó la política neoliberal, que no se reflejan en lo económico, incluso en lo material”, fue la opinión del presidente.

Muy filosófico para un sociólogo, pero muy poco eficiente para provenir de una posición gubernamental, en mi opinión.
Pues, por mucho que agradezcamos el recordatorio del pensamiento autónomo y la evidente observación de la falta de “valores morales, culturales, espirituales” que tenían las personas que quemaron viva a Luz Raquel Padilla porque las crisis de su hijo autista eran demasiado ruidosas para ellos… ¿Es ese el mayor consuelo al que podemos aspirar? ¿Es esa la estrategia del gobierno federal por la que la prensa preguntó? ¿Decir, “es muy lamentable”, pero no es nuestra culpa, entonces sólo confíen en que hacemos algo por las personas que denuncian cuando su vida peligra aunque no haya pruebas ni con las mujeres ni con lxs periodistas de que nuestras medidas de protección sirvan de algo o siquiera se implementen?
El terrible asesinato de Luz Raquel Padilla se reduce a ser un producto del proceso de individualización neoliberal para el gobierno. Así de importante era ella para el Estado: ser ignorada en vida y convertirse en una falla más del neoliberalismo en muerte.
Ser una causa perdida también, de acuerdo con Enrique Alfaro en la misma conferencia de prensa.
No sólo el presidente consoló de maneras poco efectivas, por decirlo amablemente, a una sociedad aterrorizada por la violencia de su país.
“Ni todas las medidas de las que pueda disponer el gobierno en cualquier nivel son suficientes cuando hay la determinación de cometer un acto tan atroz”, argumentó el gobernador de Jalisco al asegurar, con mucho orgullo, que, contrario a lo que se hizo saber en estos últimos días, su gobierno sí le otorgó protección permanente a Luz Raquel Padilla.
Una reportera, por supuesto, hizo la pregunta que todxs nos hacemos al conocer esta dudosa información:
“¿Por qué la asesinaron después de que tenía esta protección?”
Culpando ahora a todo el país menos a su gobierno, el cual defiende enérgicamente más adelante en su discurso, Alfaro contestó:
“Pues porque tenemos un ambiente y una circunstancia social que nos obligaría a reflexionar a todos”.
He ahí las respuestas del gobierno sobre el feminicidio de Luz Raquel Padilla, expuestas de distintas formas pero con la misma conclusión: el país que gobernamos está mal y no hay mucho que hacer al respecto de nuestra parte.
Es difícil confiar en la justicia después de eso.
Es difícil confiar en el cambio, en un país que te ignora y luego sólo te usa de campaña humanitaria.
Hoy elijo confiar en el grito que exige justicia por Luz Raquel Padilla.
El grito al que menos importancia se le da, porque cada vez se hace más evidente que es nuestra única esperanza de sobrevivir en este país.
Quemarlo todo juntxs, para que no nos quemen a nosotrxs.

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Esta entrada forma parte de “Desde mi cuarto propio”, una columna feminista escrita por nuestra periodista Sofia Soto.
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