8 de diciembre de 2023

Apalancado

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Opinión – ¿Por qué debo sentirme orgullose de ser mexicane?

Cada año, cuando septiembre se acerca y las fiestas patrias están a la vuelta de la esquina, cuando los comercios comienzan a pintarse tricolor y el olor a pozole inunda los hogares, me pregunto: ¿debería sentirme orgullose por ser mexicane? Cuando les atletas mexicanes deslumbran en los Juegos Olímpicos, cuando científiques mexicanes son reconocides por sus descubrimientos, me cuestiono: ¿debería sentirme orgullose por compartir el mismo lugar de origen que elles? Cuando festivales como la Guelaguetza celebran la cultura de las comunidades indígenas de nuestro país, cuando vemos la influencia de la cultura mexicana en otras partes del mundo, me pregunto: ¿acaso debería sentirme orgullose de expresiones culturales y artísticas de las que yo no formo parte sólo porque coincidimos en el mismo territorio?

Cada vez que me cuestiono respecto al papel de mi nacionalidad en la formación de mi identidad, me encuentro con los mismos argumentos. Cuando se lo he contado a mi madre y a mi padre, ambos me han expresado con pasión lo orgulloses que están de ser mexicanes. Mi madre sostiene que, al ver noticias sobre mexicanes triunfando o al ver la cultura mexicana representada en los medios, se siente orgullosa de ser mexicana, y se muestra algo extrañada cuando expreso que no comparto ese sentimiento. El pasado septiembre, cuando visité a la familia de mi novio para celebrar las fiestas patrias, pude sentir la perplejidad de sus tías cuando él les contó sobre mi objeción ante el sentimiento nacionalista. Asimismo, cuando veo expresiones nacionalistas de otros países, me cuesta comprender la importancia que se le adjudica a la nacionalidad como parte de la identidad.

A veces me pregunto si mi conflicto con mi mexicanidad provendrá de lo que llamamos «malinchimo»; si mi dificultad para etiquetarme como mexicane resulta de mi aspiración a pertenecer a otro país. Aunque por algún tiempo encontré una fascinación pasajera por las culturas de otros países, tampoco siento una conexión con un territorio en particular. ¿De dónde nace esta necesidad de identificarnos con el territorio en el que nacimos?

El nacionalismo es una noción moderna concebida en el siglo XIX con el objetivo de unificar los territorios mediante la creación de una identidad colectiva. Tras la Revolución francesa de 1789, comenzaron a establecerse los Estados-nación como formas de organización jurídica y política. La mayoría de los Estados-nación se forjaron en territorios con una vasta diversidad étnica y cultural, por lo que se instrumentó el nacionalismo para construir un sentido de pertenencia e identidad colectiva. Tal como señala Ernest Gellner, el nacionalismo tomó culturas preexistentes y las convirtió en naciones. Aunque la creación de los Estados-nación tuvo por objetivo unificar los territorios, trajo consigo diversas problemáticas.

Por una parte, Emile Durkheim propone que la construcción misma de las naciones resulta en la pérdida de viejos centros de identificación y de adhesión —como clanes, tribus, familias, sociedades, reinos, etc.—, lo que provoca la necesidad imperiosa, cuando esto ocurre, de crear nuevos centros que los sustituyan. En otras palabras, el establecimiento de las naciones implica sustituir o imponerse a lazos antiguos de las culturas ya existentes para establecer una base común para todes en el territorio. México, por ejemplo, pese a ser un país pluricultural y multiétnico, basa su nacionalismo en símbolos que pretenden unificar la identidad colectiva de todes les mexicanes.

Consideremos nuestra bandera, por ejemplo. Los componentes de la bandera mexicana –sus colores y su escudo– pretenden representar al proceso histórico de la conformación del país. Los tres colores simbolizan las tres garantías del Plan de Iguala: el blanco representa la religión; el verde, la independencia; y el rojo, la unión. El escudo, por su parte, se inspira en la leyenda de la fundación de México-Tenochtitlán, cuando les mexicas, guiades por el dios Huitzilopochtli, encontraron su hogar en el sitio donde hallaron a un águila posada sobre un nopal devorando una serpiente. Aunque estos símbolos patrios, en principio, condensan los elementos fundamentales de la mexicanidad, resultan insuficientes para englobar la diversidad étnica y cultural de nuestro país. Dada la imposibilidad de incluir todos los elementos que representen a todas las comunidades, etnias y culturas en nuestro territorio, se opta por incluir símbolos que la mayoría reconozca, pese a que no todes compartan la misma religión o conexión con la cultura mexica. Las banderas nacionales simplifican los elementos fundamentales de la cultura de cada país para establecer un símbolo común con el que su población se identifique y con el que se distingan del resto de naciones. Sin embargo, esa simplificación deja en evidencia que la diversidad dentro los países no cabe en un solo símbolo.

La diversidad étnica y cultural de cada país no puede contenerse en una bandera, en un escudo, en una nacionalidad. Mi experiencia de vida y mi bagaje sociocultural no es igual al de una mujer oaxaqueña, ni a la de un hombre chihuahuense, mas todes somos mexicanes. Los contrastes culturales y sociales dentro de nuestro territorio son evidentes, pero, a pesar de ellos, se nos etiqueta de la misma forma. La construcción de la nacionalidad deja fuera gran parte de la diversidad dentro del territorio para presentar una versión simplificada y limitada que otras naciones puedan reconocer y relacionar con esa nación. En este sentido, importa más señalar las diferencias entre las naciones que reconocer la diversidad dentro del territorio. Por ello, los símbolos y emblemas nacionales son insuficientes para englobar la diversidad de sus territorios.

Por otra parte, el nacionalismo también ha resultado en discriminación y violencia manifestada en xenofobia. El sentido de pertenencia que construye el nacionalismo va de la mano con un sentimiento de superioridad. El nacionalismo se fundamenta en la creencia de que la nación a la que une pertenece es mejor que otras, pues sirve de justificación para que las personas quieran ser parte de ella. Por ello, es vital para el nacionalismo esta competencia perpetua entre naciones. Así, los símbolos patrios y las representaciones de las culturas de cada nación fungen más una función de propaganda. En este sentido, podemos comparar a las naciones con marcas. Cuando vemos una representación de nuestro país, ya sea de la cultura o del territorio, lo celebramos como parte de nosotres. Cuando les atletas olímpicos ganan medallas; cuando galardonan a actores de nuestro país; cuando elogian la gastronomía o las expresiones artísticas y culturales; cuando vemos artículos inspirados en nuestras culturas, debemos sentirnos orgulloses de que nuestro país se reconozca sobre otros.

Sin embargo, este orgullo se acompaña de un sentimiento de superioridad y de desdén contra otras naciones. Para el nacionalismo, no es suficiente señalar y reconocer las maravillas de sus naciones, sino que deben reconocerse como la mejor de todas. Esta necesidad se manifiesta de distintas formas y en diferentes grados. En el extremo más bajo de la escala, podemos identificarlo en competencias deportivas como campeonatos de football o los Juegos Olímpicos. ¿Recuerdan cuando en el mundial de football de –––– México perdió contra Holanda? Los medios de comunicación y las redes sociales se desbordaban con comentarios despectivos de les holandeses. Todo por haberle ganado a México en un partido. También se manifiesta en discusiones en línea sobre el nombre de algunos alimentos. ¿Cuántas veces hemos visto a mexicanes y colombianes pelearse en redes para decidir si se llama aguacate o palta? Sin embargo, aunque estos ejemplos parezcan inofensivos, el pensamiento nacionalista tiende a ir más allá. La Alemania nazi –o incluso, hasta cierto punto, los Estados Unidos de la actualidad– funge como un testimonio de los peligros del nacionalismo. El nazismo buscó culpar a les extranjeres y judíes de todos los problemas en su gran nación, lo que les sirvió de justificación para las atrocidades que cometieron. El nacionalismo no sólo unifica a un territorio, sino que perfila a le extranjere como le enemigue.

Comprendiendo al nacionalismo más como una herramienta para la discriminación y la segregación que para unificar un territorio, ¿qué tanto nos beneficia el pensamiento nacionalista? ¿Es necesario el nacionalismo para reconocer la riqueza cultural de cada comunidad? ¿En qué nos beneficia distinguirnos y separarnos de les otres? Podemos apreciar las expresiones culturales en nuestro territorio, celebrar los logros de atletas y artistas, o disfrutar la gastronomía sin la necesidad de “sentirnos orgulloses de ser mexicanes” ni de hacer menos a otres que no compartan nuestra nacionalidad. Pese a que sus beneficios a la sociedad son cuestionables, el nacionalismo no parece estar próximo a desaparecer. Todo lo contrario. El ambiente internacional actual es un reflejo del problema del pensamiento nacionalista. Las guerras, los desplazamientos forzados, la crisis migratoria y la xenofobia son las consecuencias del nacionalismo. Y tal parece que este orgullo nacionalista sólo está por empeorar.

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Esta entrada forma parte de “Preguntas de une chique queer”, una columna que cuestiona tendencias escrita por nuestre periodista Alex Reséndiz.

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