Especial – Japón: el mito de la creación

La cultura japonesa como una de las más admiradas por su diversidad y su impacto en el mundo actual, cuenta con un amplio número de historias mitológicas que le dan sentido a la cosmovisión y forma de vivir de la población. A continuación, te contamos el mito de la creación. Una de las historias más populares dentro del país asiático ya que narra el comienzo de lo que tiempo después se convertiría en una gran nación, así como el nacimiento de los primeros dioses que dirigirían las tempranas costumbres del pueblo.
Según los escritos encontrados en el Kojiki, el libro histórico más antiguo que se conserva sobre la historia de Japón, en el principio, tras la formación del cielo y de la tierra, tres dioses invisibles se crearon a sí mismos y se escondieron en el cielo. Después, apareció algo con aspecto de un brote de junco y de él nacieron dos dioses más, que también se escondieron, a todos ellos se les conoce como las “Divinidades Celestiales especiales.” Después, en un segundo momento, surgen dos dioses invisibles más y seis parejas de dioses que nombraron como las “Siete Generaciones de la Era de los Dioses”, la última pareja en hacer su aparición fueron Izanagi (“El que invita” o la deidad sagrada de la calma) e Izanami (“La que invita” o deidad sagrada de las olas).
Los primeros dioses ordenan a Izanagi e Izanami que terminen de crear el país que flota, para lo cual, le entregan a Izanagi la “Celestial Lanza de Joyas”. Ambos dioses se situaron en un puente flotante para que Izanagi revolviera el magma para cuajarlo con la marea salada, entonces al levantarla, el líquido que goteó de la lanza se solidificó y formó la isla de Onogoro a la cual las deidades bajan y construyen la Ama no Mihashira (“Augusta Columna Celestial”) y la “Sala de Ocho Brazas”, es decir, la sala que señala todas las direcciones posibles.
En esta casa (pilar y centro) las deidades comienzan su tarea creadora cuando Izanagi e Izanami descubren que sus cuerpos estaban formados de manera diferente. Así que, ante la curiosidad, Izanagi preguntó a su esposa Izanami si sería de su agrado concebir más tierra para que de ella nacieran más islas. Ella accedió y ambos inventaron un matrimonio ritual, el cual consistía en que cada uno tenía que rodear el Pilar Celestial andando en direcciones opuestas.
Así lo hicieron, pero cuando se encontraron, la primera en hablar fue Izanami e Izanagi le respondió al tiempo que se daba cuenta del error que cometió su hermana al hablar primero, de esta unión nació un hijo deforme, Hiruko (el niño sanguijuela) y una hija deforme, Aha shima (la isla bruja). Aterrados, las divinidades regresaron a la Alta Planicie donde los dioses después de consultar al oráculo confirman lo que Izanagi pensó, por lo que ambos hermanos, deben regresar a la columna para realizar de nueva cuenta el ritual de apareamiento de la forma correcta.
Una vez hecho el ritual correctamente, de la unión nacen ocho islas que conforman el “Gran país de las Ocho Islas” (antiguamente el número ocho se comprendía como “mucho” dando lugar así, al “Gran País de muchas islas”). Después de más rituales exitosos surgen seis islas más y entre el surgimiento de islas también nacen otros 31 kami (dioses), de los cuales la última fue de gran importancia, ya que Ohogetsu-hime no kami (la Gran Princesa de la Alimentación), al morir, de su cuerpo daría a la “hierba humana” el arroz, el mijo, el trigo, el frijol y la soja. Pero eso ya es otro mito.
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