¿Por qué la gente come por estrés?

El cerebro cuenta con un circuito especialmente dedicado a procesar la motivación y la satisfacción. Es el mismo que se encarga de crear fijación con las sustancias creando adicción. Hablamos del «sistema de recompensa» o también conocido como las «vías dopaminérgicas». En presencia de situaciones estresantes, se libera cortisol. Y como mecanismo reactivo de nuestro cuerpo, este empieza a buscar fuentes de satisfacción inmediata para contrarrestar el malestar del estrés. Ahí entra la comida. Exceso de grasa, azúcares y demás.
Este tipo de alimentos, también nombrados como palatables son activan el sistema de recompensa; sin embargo el consumo de ellos tiende fácilmente a convertirse en exceso y generar efectos perjudiciales a la salud. Aumento de peso, subida de la presión arterial, insomnio, acidez estomacal, inflamación, falta de nutrientes, diabetes… entre otros. El estrés tiene efectos directos en el estado de ánimo, en el balance hormonal, en la memoria y la capacidad de atención, incluso en el sueño.
La sensación de saciedad activa rápidamente las vías de recompensa. Es lo que está sucediendo a nivel neuronal cuando estás lleno luego de comer y aparece esa sensación de plenitud, de felicidad que va más allá de simplemente tener el estómago lleno. Ese alivio y placer momentáneo es justo lo que el cuerpo necesita cuando estamos muy tensos o preocupados. En situaciones de estrés vamos en busca de alimentos de alto índice calórico en vez de algo realmente nutritivo; porque el cortisol aumenta el apetito, y el cerebro da la señal para ir en búsqueda de productos altos en azúcares o de gran contenido de grasa. Dulces, cereales, frituras, refrescos, panes.
En el estudio llevado a cabo por Deborah Hill y sus colegas, publicado en la revista Psychoneuroendocrinology este año, indagan sobre la relación entre el estrés y los snacks. Ella comenta de otras investigaciones que la cantidad consumida depende principalmente de fuentes de estrés como el trabajo o la escuela; y los elementos estresores que atacan la autoestima o el ego de la persona tienden a generar mayores modificaciones en los hábitos alimenticios. A medida que aumenta el consumo de alimentos no saludables, disminuye el de alimentos saludables. Y a mayores niveles de estrés, mayores son las ansias de comer este tipo de alimentos y los problemas para autocontrolar su ingesta.