La genética del cáncer: el misterio de su origen y sus mutaciones

Como ya leímos en el artículo pasado sobre La genética del cáncer, el cáncer es una enfermedad cuyo origen es genético y se genera debido a que algunas células del cuerpo se dañan y se multiplican sin control para posteriormente dispersarse a otras partes del cuerpo y generar metástasis.
De manera común, el sistema inmunitario se encarga de destruir las células dañadas, sin embargo, las células cancerosas desarrollan sistemas de defensa que engañan al sistema inmunitario con el fin de seguir vivas y poder multiplicarse, incluso, algunos tipos de células cancerosas logran que los glóbulos blancos del sistema inmunitario protejan el tumor en lugar de atacar.
La capacidad que tiene el cuerpo de destruir estas células con daños en su ADN disminuye con el tiempo y es por eso por lo que a medida que los seres humanos envejecemos el riesgo de cáncer aumenta.
El cáncer es como si fuera una enfermedad personalizada, pues en cada persona es una combinación única de cambios genéticos que se desarrollan por factores igual de únicos. Es por eso por lo que encontrar la causa de que una persona desarrolle cáncer es realmente complicado.
El origen del cáncer se atribuye a cambios que afectan principalmente a tres tipos de genes: proto-oncogén, gen supresor de tumor y gen de reparación de ADN. A estos cambios se les conocen como onco-iniciadores, que básicamente son modificaciones en estos genes, dichas modificaciones se conocen como mutaciones.
Los primeros genes sobre los que hablaremos son los protooncogenes que desarrollan su papel en la formación y multiplicación de las células. Cuando la información genética de estos genes cambia o tienen una actividad mucho mayor a la normal se convierten en oncogenes que les dan a las células la capacidad de multiplicarse y sobrevivir aun cuando no deberían hacerlo.
Los segundos son los genes supresores tumorales que tienen una función similar a los protooncogenes, pues también participan en la formación y multiplicación de las células. Cuando existe un cambio en este gen, las células comienzan a multiplicarse sin control.
Los últimos genes son los de reparación del ADN. Esos genes se encargan de arreglar el ADN dañado y las células que tienen mutaciones en estos genes tienden a tener más mutaciones sobre otros genes y múltiples cambios en los cromosomas, que, cómo ya se había visto en el artículo anterior, estos cambios implican trozos de cromosomas faltantes o repetidos.
Comprender cómo se origina el cáncer y cuáles son los genes que presentan mutaciones para convertir células normales en células cancerígenas ha ayudado a los científicos a desarrollar tratamientos para el cáncer dirigidos a mutaciones específicas que se encuentran en los cánceres.
Estos tratamientos generalmente se conocen como terapia dirigida y funcionan en cualquier persona que tenga cáncer con una mutación específica, sin importar la parte del cuerpo donde inició la enfermedad.
La terapia dirigida es un tratamiento que actúa sobre las proteínas que controlan la forma en la que las células cancerosas se multiplican y diseminan por el cuerpo. La terapia dirigida es un gran ejemplo de los beneficios de la medicina personalizada de precisión, pues conforme los expertos comprenden cómo funcionan los cambios del ADN mejoran los tratamientos.
La idea de la medicina de precisión no es nueva, sin embargo, los avances científicos y tecnológicos de los últimos años han dado una luz de esperanza contra esta enfermedad, pues da pauta a creer que los tratamientos algún día serán totalmente afines a los cambios genéticos en el cáncer de cada persona, cosa que como ya vimos, puede ser sumamente beneficiosa.
Por el momento, los tratamientos de terapia dirigida que más se usan son los medicamentos micromoleculares y los anticuerpos monoclonales.
Los primeros son medicamentos que se encuentran en moléculas tan pequeñas que penetran fácilmente en las células gracias a su baja masa molecular, lo que permite que se unan a las dianas que son moléculas a donde van dirigidas las terapias dentro de la célula.
Los segundos son los anticuerpos monoclonales, ¿te suenan?, seguramente si, pues hemos hablado de ellos con anterioridad gracias a que se han utilizado en los nuevos tratamientos para combatir el Alzheimer.
Los anticuerpos monoclonales o anticuerpos terapéuticos son proteínas elaboradas en un laboratorio que se diseñan para que se unan a dianas específicas dentro de las células cancerosas. Estas proteínas pueden tener distintas funciones, algunas de ellas están diseñadas para que marquen a las células cancerosas con el fin de que el sistema inmunitario las identifique y las destruya. Otras actúan directamente para frenar la multiplicación de las células cancerosas, existen otras que las fuerzan a que se autodestruyen y otras transportan toxinas a estas células para que se mueran.
Para identificar los cambios genéticos de un cáncer es necesario primero realizar una biopsia del tumor. La muestra será enviada a un laboratorio especializado donde se utilizará un dispositivo conocido como secuenciador de ADN para detectar alteraciones genéticas que podrían estar relacionadas con el desarrollo del cáncer. Este proceso, que busca cambios genéticos en la enfermedad, puede recibir diferentes nombres como secuenciación de ADN, pruebas genómicas, perfil molecular o perfil tumoral.
En ciertos tipos de cáncer, como la leucemia mielógena crónica (LMC), se ha identificado una diana terapéutica específica para la cual existe un medicamento dirigido. Por esta razón, se emplea la terapia dirigida para abordar la enfermedad. Sin embargo, para determinar si existen dianas específicas en otros casos de cáncer, es necesario realizar pruebas tumorales.
Para las pruebas tumorales se utilizan biomarcadores con el fin de identificar las dianas terapéuticas en el cáncer, lo que permite seleccionar el tratamiento más adecuado.
Las pruebas con biomarcadores ayudan a identificar genes, proteínas y otras sustancias que dan información sobre el cáncer. Lo interesante de estas pruebas es que cada persona tiene un conjunto único de biomarcadores, sin embargo, existen algunos biomarcadores comunes que afectan a la forma en la que funcionan algunos tratamientos para el cáncer.
Tanto las pruebas con biomarcadores como la terapia dirigida forman parte de la medicina de precisión, por lo que en conjunto funcionan muy bien, por ejemplo, las personas con cáncer presentan mutaciones en el gen EGFR, que puede ser detectada por medio de la prueba con biomarcadores y una vez identificada la mutación puede ser tratado con inhibidores del EGFR por medio de la terapia dirigida.
La primera parte de este artículo: